jueves, 16 de septiembre de 2010

Primera Novela en Maya - Literatura indígena

Renacimiento

Renacimiento es el nombre dado a un amplio movimiento cultural que se produjo en Europa Occidental en los siglos, XV y XVI. Sus principales exponentes se hallan en el campo de las artes, aunque también se produjo una renovación en las ciencias, tanto naturales como humanas.
El Renacimiento es fruto de la difusión de las ideas del humanismo, que determinaron una nueva concepción del hombre y del mundo.
El nombre "renacimiento" se utilizó porque éste retomaba los elementos de la cultura clásica. El término simboliza la reactivación del conocimiento y el progreso tras siglos de predominio de un tipo de mentalidad dogmática establecida en la Europa de la Edad Media. Esta nueva etapa planteó una nueva forma de ver el mundo y al ser humano, el interés por las artes, la política y las ciencias, revisando el teocentrismo medieval y sustituyéndolo por cierto antropocentrismo.
El historiador y artista Giorgio Vasari había formulado una idea determinante, el nuevo nacimiento del arte antiguo, que presuponía una marcada conciencia histórica individual, fenómeno completamente nuevo en la actitud espiritual del artista.

De hecho, el Renacimiento rompió, conscientemente, con la tradición artística de la Edad Media, a la que calificó como un estilo de bárbaros, que más tarde recibirá el calificativo de gótico. Con la misma conciencia, el movimiento renacentista se opuso al arte contemporáneo del norte de Europa.
Desde una perspectiva de la evolución artística general de Europa, el Renacimiento significó una «ruptura» con la unidad estilística que hasta ese momento había sido «supranacional».
Sobre el significado del concepto de Renacimiento y sobre su cronología se ha discutido muchísimo; generalmente, con el término "humanismo" se indica el proceso innovador, inspirado en la Antigüedad clásica y en la consolidación de la importancia del hombre en la organización de las realidades histórica y natural que se aplicó en los siglos XV y XVI.
El Renacimiento no fue un fenómeno unitario desde los puntos de vista cronológico y geográfico. Su ámbito se limitó a la cultura europea y a los territorios americanos recién descubiertos, a los que las novedades renacentistas llegaron tardíamente. Su desarrollo coincidió con el inicio de la Edad Moderna, marcada por la consolidación de los Estados europeos, los viajes transoceánicos que pusieron en contacto a Europa y América, la descomposición del feudalismo, el asenso de la burguesía y la afirmación del capitalismo. Sin embargo, muchos de estos fenómenos rebasan por su magnitud y mayor extensión en el tiempo el ámbito renacentista.
La arquitectura renacentista tuvo un carácter marcadamente profano en comparación con la época anterior y, lógicamente, surgirá en una ciudad en donde el Gótico apenas había penetrado, Florencia. A pesar de ello, muchas de las obras más destacadas serán edificios religiosos.
Con el nuevo gusto, se busca ordenar y renovar los viejos burgos medievales e incluso se proyectan ciudades de nueva planta. La búsqueda de la ciudad ideal, opuesta al modelo caótico y desordenado del medievo, será una constante preocupación de artistas y mecenas. Así, el papa Pío II reordena su ciudad natal, Pienza, convirtiéndola en un auténtico muestrario del nuevo urbanismo renacentista. En sí, las ciudades se convertirán en el escenario ideal de la renovación artística, oponiéndose al concepto medieval en el que lo rural tenía un papel preferente gracias al monacato.
Al tomar elementos de la arquitectura clásica, los arquitectos renacentistas lo hacen de forma selectiva, así por ejemplo en lugar de utilizar la columna dórica clásica se preferirá el orden toscano. Igualmente se crean formas nuevas, como la columna abalaustrada, nuevos órdenes de capiteles o decoraciones que si bien se inspiran en la Antigüedad han de adaptarse al uso religioso de las iglesias. Así, los amorcillos clásicos que acompañaban a Venus en las representaciones griegas o romanas pasan a ser angelotes (putti). Los arquitectos emplean las proporciones modulares y la superposición de órdenes que aparecía en los edificios romanos; las cúpulas se utilizarán mucho como elemento monumental en iglesias y edificios públicos. A partir de este momento, el arquitecto abandona el cárácter gremial y anónimo que había tenido durante la Edad Media, y se convierte en un intelectual, un investigador. Muchos de ellos escribieron tratados y obras especulativas de gran trascendencia, como el caso de Leon Battista Alberti o Sebastiano Serlio.
Los elementos constructivos más característicos del estilo renacentista serán:
Estructurales: Arco de medio punto, columnas, cúpula semiesférica, bóveda de cañón y cubierta plana con casetones. Todos ellos habían sido usados en la Antigüedad, especialmente por el arte romano, y se recuperan ahora, modificándolos. Decae paulatinamente el tradicional método de construcción del Gótico, abandonándose en gran medida las bóvedas de crucería, el arco apuntado, las naves escalonadas, y sobre todo la impresión de colosalismo y multiplicidad de los edificios medievales. Predominarán ahora valores como la simetría, la claridad estructural, la sencillez, y sobre todo, la adaptación del espacio a la medida del hombre.
Decorativos: Pilastras, frontones, pórticos, motivos heráldicos, almohadillados, volutas, grutescos, guirnaldas, motivos de candelieri (candelabros o pebeteros) y tondos o medallones. Algunos de éstos ya se habían utilizado en el Gótico, otros son creaciones originales y la mayoría se inspiran en modelos romanos y griegos. En cuanto a la decoración el Renacimiento preconiza el despojamiento, la austeridad, el orden. Sólo a finales del siglo XVI esta tendencia se romperá en favor de la fantasía y la riqueza decorativa con el Manierismo.
Por etapas, se pueden distinguir dos grandes momentos:

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Basílica de San Pedro, obra de Bramante y Miguel Ángel en su mayor parte; la cúpula fue terminada por Giacomo della Porta, y la fachada es obra de Carlo Maderno, de época barroca. Concebida inicialmente según un diseño centralizado, las variaciones en la dirección de la obra dieron como resultado un nuevo prototipo de iglesia, llamado a extenderse con la Contrarreforma.
En el Quattrocento fue frecuente recurrir a columnas y pilastras adosadas, a los capiteles clásicos (con preferencia el corintio, aunque sustituyendo los caulículos por figuras fantásticas o de animales), fustes lisos y casi omnipresencia del arco de medio punto. Se usa también la bóveda de cañón y de arista, y cubiertas de madera con casetones. Lo que fundamentalmente distingue a la arquitectura del Quattrocento de la del Alto Renacimiento es la decoración menuda (putti, guirnaldas de flores o frutos, grutescos, etc.), las cúpulas con nervios, con ciertos resabios góticos (catedral de Florencia, de Filippo Brunelleschi) y las fachadas simétricas de pisos superpuestos (Palacio Medici−Riccardi, de Michelozzo di Bartolommeo) o con sillares almohadillados (Palacio Rucellai, de Bernardo Rossellino, proyecto de Alberti, Palacio Pitti). En general, la arquitectura cuatrocentista da la impresión de orden, sencillez, ligereza y simetría, predominando en el interior de los edificios la luminosidad y la desnudez. Los arquitectos más destacados de este período son Brunelleschi, Michelozzo, Leon Battista Alberti, y la principal obra será la Catedral de Santa María de la Flor, de Florencia, y su famosa cúpula.

Literatura infantil

Se entiende por literatura infantil la literatura dirigida hacia el lector infantil, más el conjunto de textos literarios que la sociedad ha considerado aptos para los más pequeños, pero que en origen se escribieron pensando en lectores adultos (por ejemplo Los viajes de Gulliver, La isla del tesoro o Platero y yo).
En otro sentido del término, menos habitual, comprende también las piezas literarias escritas por los propios niños. Por otro lado, a veces se considera que el concepto incluye la literatura juvenil, escrita para o por los adolescentes; pero lo más correcto es denominar al conjunto literatura infantil y juvenil o abreviado LIJ.
La crítica literaria moderna considera esencial el carácter de "literatura" dentro de este tipo de escritos, por lo que hoy se excluye, de la producción actual los textos básicamente morales o educativos, aunque todavía siguen primando estos conceptos en toda la LIJ dado el contexto educativo en el que se desarrolla su lectura. Esta es una concepción muy reciente y casi inédita en la Historia de la Literatura.
La literatura para niños ha pasado de ser una gran desconocida en el mundo editorial a acaparar la atención del mundo del libro, donde es enorme su producción, el aumento del número de premios literarios de LIJ y el volumen de beneficios que genera. Esto se debe en gran parte al asentamiento de la concepción de la infancia como una etapa del desarrollo humano propia y específica, es decir, la idea de que los niños no son, ni adultos en pequeño, ni adultos con minusvalía, se ha hecho extensiva en la mayoría de las sociedades, por lo que la necesidad de desarrollar una literatura dirigida y legible hacia y por dicho público se hace cada vez mayor.

La concepción de infancia o niñez, no emerge en las sociedades hasta la llegada de la Edad Moderna y no se generaliza hasta finales del siglo XIX. En la Edad Media no existía una noción de la infancia como periodo diferenciado y necesitado de obras específicas, por lo que no existe tampoco, propiamente, una literatura infantil. Eso no significa que los menores no tuvieran experiencia literaria, sino que esta no se definía en términos diferenciados de la experiencia adulta. Dado el acaparamiento del saber y la cultura por parte del clero y otros estamentos, las escasas obras leídas por el pueblo pretendían inculcar valores e impartir dogma, por lo que la figura del libro como vehículo didáctico está presente durante toda la Edad Media y parte del Renacimiento. Dentro de los libros leídos por los niños de dicha época podemos encontrar los bestiarios, abecedarios o silabarios. Se podrían incluir en estas obras algunas de corte clásico, como las fábulas de Esopo en las que, al existir animales personificados, eran orientadas hacia este público.
Llegado el siglo XVII, el panorama comienza a cambiar y son cada vez más las obras que versan sobre fantasía, siendo un fiel reflejo de los mitos, leyendas y cuentos, propios de la trasmisión oral, que ha ido recopilando el saber de la cultura popular mediante la narración de estas, por parte de las viejas generaciones a las generaciones infantiles. Además de escribir estas obras o cuentos, donde destacan autores como Charles Perrault o Madame Leprince de Beaumont, destaca la figura del fabulista, como Félix María de Samaniegoo Tomás de Iriarte. En esta época, además, ocurren dos acontecimientos trascendentes para la que hoy se conoce como Literatura Infantil, la publicación, por un lado, de Los viajes de Gulliver-Jonathan Swift- y, por otro, de Robinson Crusoe -Daniel Defoe-, claros ejemplos de lo que todavía hoy, son dos temas que reúne la LIJ: los relatos de aventuras y el adentrarse en mundos imaginados, inexplorados y diferentes.

Una vez llegado el siglo XIX con el movimiento romántico, arriba el siglo de oro de la literatura infantil. Son muchos los autores que editan sus obras con una extraordinaria aceptación entre el público más joven. Son los cuentos (Hans Christian Andersen, Condesa de Ségur, Wilhelm y Jacob Grimm y Oscar Wilde en Europa, y Saturnino Calleja y Fernán Caballero en España) y las novelas como Alicia en el país de las maravillas -Lewis Carroll-, La isla del tesoro -Robert L. Stevenson-, El libro de la selva de Rudyard Kipling, Pinoccio -Carlo Collodi-, las escritas por Julio Verne o Las aventuras de Tom Sawyer entre otras, las que propiciaron un contexto novedoso para la instauración de un nuevo genero literario destinado al lector más joven en el siglo XX, donde la ingente producción de LIJ coexiste con las obras del género adulto.
Son muchas las obras de renombre por citar de la LIJ, como es el caso de Peter Pan, El Principito, El viento en los sauces, Pippi Calzaslargas o la colección de relatos sobre la familia Mumin; en todas ellas destaca una nueva visión que ofrecer al pequeño lector, donde, además de abordar los temas clásicos como las aventuras o el descubrimiento de nuevos mundos, se tratan la superación de los miedos, la libertad, las aspiraciones, el mundo de los sueños y los deseos, como actos de rebeldía frente al mundo adulto. Esta producción aumenta considerablemente en las décadas de los 70, 80 y 90, con autores como Roald Dahl, Gianni Rodari, Michael Ende, René Goscinny (El pequeño Nicolás), (Christine Nöstlinger, Laura Gallego García o Henriette Bichonnier entre otros. En este siglo XX, además, aparecen nuevos formatos de la LIJ gracias a las técnicas pictóricas y la ilustración de las historias, donde las palabras son acompañadas de imágenes que contextualizan la narración y aportando nexos de unión a la historia, es la aparición del libro-álbum o álbum ilustrado, género en el que destacan autores como Maurice Sendak, Janosch, Quentin Blake, Leo Lionni, Babette Cole, Ulises Wensell o Fernando Puig Rosado.
Ya, en el siglo XXI, la LIJ se encuentra muy consolidada dentro de los países occidentales, donde las ventas son enormes y la producción literaria vastísima
La literatura de niños puede ser dividida en muchas maneras, entre ellas por género.
Los géneros, en la Literatura infantil, pueden ser determinados por la técnica, el tono, el contenido, o la longitud. Nancy Anderson, profesora asociada en el Colegio de Educación en la Universidad del Sur Florida en Tampa, ha delineado seis categorías principales de literatura de niños, con algunos subgéneros significativos:
  • Los libros ilustrados, incluyendo libros de consejo (tabla), libros de concepto (la enseñanza de un alfabeto o el conteo), modelan libros, y libros mudos.
  • Literatura tradicional: hay diez características de literatura tradicional: (1) Autor desconocido, (2) introducciones convencionales y conclusiones, (3) vagos ajustes, (4) personajes estereotipados, (5) antropomorfismo, (6) causa y efecto, (7) final feliz para el héroe, (8) magia aceptada como normal, (9) breves historias con argumentos (complots) simples y directos, (y 10) repetición de acción y modelo verbal. La mayor parte de la Literatura tradicional consiste en cuentos tradicionales, que transportan las leyendas, la aduana, supersticiones, y las creencias de personas en veces pasadas. Este género grande puede ser descompuesto en subgéneros: mitos, fábulas, baladas, música folklórica, leyendas, y cuentos de hadas.
  • Ficción, incluyendo los subgéneros de fantasía y ficción realista (tanto contemporánea como histórica). Este género también incluiría la historia de la escuela, un género único a la literatura de niños en la cual el internado es un ajuste común.
  • Biografías, incluyendo autobiografías.
  • Poesía y verso.
  • Teatro infantil: teatro para niños(realizado por adultos y destinado a un público infantil que es tan sólo espectador-receptor) y teatro de los niños (creado para ser escenificado por los pequeños. El se convierte en el emisor.)Autores importantes fueron: Barrie, Maeterlink, Benavente, Lorca, Valle-Inclán, Elena Fortún, M. Donato, Carmen Conde, etc.

LA LITERATURA CONTEMPORÁNEA.

LA POESÍA CONTEMPORÁNEA
En los primeros años de posguerra hacen su aparición dos tendencias líricas contrapuestas: poesía arraigada, de tono clasicista e ideología conservadora, y la poesía desarraigada, en la que aparecen los autores que defienden una mayor libertad expresiva.
En los años cincuenta, la visión crítica de los poetas desarraigados se acentúa con el auge de la poesía social, que utiliza el poema como un instrumento para transformar la realidad política. Contra esa utilización de la poesía reaccionaron los poetas de la generación de los cincuenta, que entienden el poema como un medio de conocimiento.
A finales de los sesenta se impone una nueva corriente, la representada por los novísimos, que realizan una lírica esteticista de carácter minoritario

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LA POESÍA EN EL FRANQUISMO (1939-1975).
LOS AÑOS 40: ARRAIGADOS Y DESARRAIGADOS.
La poesía arraigada se centra en temas intemporales alejados de la realidad del momento y defiende la vuelta a las formas clásicas: el soneto, la décima… Los autores más destacados son: Luís Rosales y José García Nieto.
En cambio, los poetas desarraigados manifiestan su angustia por la desagradable realidad. En la constitución de esa corriente tuvo una importancia decisiva el libro Hijos de la ira de Dámaso Alonso.
LA POESÍA SOCIAL.
De la poesía desarraigada deriva la poesía social que denuncia las desigualdades sociales y la falta de libertades políticas. La poesía empezaba a conocerse como una herramienta capaz de transformar la realidad. Los representantes más destacados son Blas de Otero y José Hierro.
· Blas de Otero nació en Bilbao en 1916 y murió en Madrid en 1979. Entre sus libros de poesía destacan Ángel fieramente humano, Pido la paz y la palabra y Que trata de España. En sus primeras obras realizó una poesía existencial. La figura de un Dios culpable y distante y la presencia de la mujer son los temas a los que acude en esta primera época. Más adelante su poesía se centró en los temas sociales.
· José Hierro nació en Madrid en 1922. En 1998 recibió el Premio Cervantes. Murió en Madrid en el 2002. En sus primeros libros muestra unos intereses próximos a los de la poesía social. Posteriormente sus obras son muy personales.
LA GENERACIÓN DE LOS CINCUENTA.
La generación de los cincuenta usa la poesía como medio de conocimiento. Son temas habituales los recuerdos de la infancia y la juventud, la amistad, el amor, el paso del tiempo…
Entre los componentes de ese grupo hay que destacar a Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Ángel Valente y Ángel González.
· Claudio Rodríguez (1934-1999). Con un lenguaje de resonancias rurales es capaz de hacer lo necesario para averiguar el misterio de la propia existencia. Su obra más destacada es Don de la ebriedad.
· Jaime Gil de Biedma (1929-1990) explora la experiencia cotidiana con ironía.
Sus obras están recogidas en un libro llamado Las personas del verbo.
· José Ángel Valente (1929-2000). Su lírica evoluciona desde un realismo inicial a la posterior reflexión sobre la esencia y la función de la poesía. Su poesía se recopila en Punto cero.
· Ángel González (1925) en sus versos muestra una preocupación ética. Su obra está recogida en Palabra sobre palabra.
LOS NOVÍSIMOS
A la generación de los novísimos pertenecen: Félix de Arzúa, Guillermo Carnero, Ana María Moix, Leopoldo María Panero, Antonio Martínez Sarrión, entre otros. Sin embargo, el autor más emblemático de esta generación es Pere Gimferrer. La nueva estética se inicia con su libro Arde el mar, que recibió el premio Adonais en 1966. Su obra destaca por la riqueza del léxico empleado, la abundancia de imágenes ilógicas y el sentido del ritmo.
LA LÍRICA ACTUAL (1975-2000).
La poesía actual presenta una gran diversidad de corrientes, entre las que domina la llamada poesía de la experiencia.
La poesía de la experiencia se caracteriza por la expresión de las experiencias personales, en un tono objetivo y desengañado, mediante un lenguaje de tono coloquial.
Los principales representantes de la poesía de la experiencia son:
· Luís García Montero (1958) que ha defendido en varias ocasiones una lírica próxima a la realidad. Sus poemas se centran a menudo en los obstáculos amorosos, con un estilo coloquial y desapasionado, que huye de todo énfasis.
· Felipe Benítez Reyes (1960) encarna la visión lúcida y desencantada de la existencia que distingue a muchos autores de la lírica actual.

LA NOVELA.
LA NARRATIVA ESPAÑOLA CONTEMPORÁNEA.
En los años cuarenta autores como Gonzalo Torrente Ballester, Miguel Delibes, Carmen Laforet o Camilo José Cela escribieron obras que contribuyeron a la recuperación de la novela. La primera obra fue La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela que se une con el naturalismo y con algunos de los aspectos de los esperpentos de Valle-Inclán. Con esta novela se inaugura el tremendismo, que es una corriente narrativa en la que se insiste en los aspectos más brutales de la realidad para efectuar una reflexión sobre la condición humana.
En los años cincuenta, otra novela de Cela, La colmena, inaugura la novela social, que lleva a cabo un análisis total de la sociedad española. Los principales representantes de esta tendencia son: Ignacio Aldecoa y Rafael Sánchez.
En 1962 Luís Martín Santos publicó Tiempo de silencio, que inauguraba una nueva corriente, la novela experimental. Los autores más importantes son: Juan Benet, Juan Goytisolo y Juan Marsé.
LA NARRATIVA EN EL FRANQUIMO (1939-1975).
LA NOVELA EN LOS AÑOS CUARENTA.
En la narrativa española de los años cuarenta destacan dos novelas: la familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, y Nada de Carmen Laforet.
· La familia de Pascual Duarte, un asesino rural confiesa sus crímenes antes de ser ejecutado. Lo que impresiona al lector es el tono objetivo y neutral con que el protagonista relata sus atrocidades.
La obra está escrita en un lenguaje sencillo, que reproduce en muchos aspectos el habla coloquial.
· Nada. La protagonista es una joven universitaria que sigue un curso en Barcelona. La trama recoge hechos cotidianos de la vida de la joven.
LA NOVELA SOCIAL DE LOS AÑOS CINCUENTA.
La novela social presenta una serie de rasgos que la caracterizan:
  • El empleo de técnicas realistas y enfoque objetivo de los hechos.
  • El desinterés por el análisis psicológico de los personajes.
  • La sustitución del protagonista por un personaje colectivo.
  • La concentración temporal y espacial de los hechos, que pueden reducirse a unas cuantas horas.
  • La sencillez y claridad del lenguaje, e interés por reproducir el habla coloquial.
Las novelas más representativas son: La colmena de Cela, y El Jarama, de Rafael Sánchez Ferlosio.
· La colmena. En ella no hay un protagonista individual, e incuso se pone en custión el concepto de personaje. En la novela exista una intención crítica, que denuncia la tiranía ejercida por los ricos sobre los pobres.
· El Jarama narra la excursión de unos jóvenes al río Jarama a través de las conversaciones que mantienen dos grupos de personas. Los excursionistas y los adultos se reúnen en un merendero próximo al río. En los diálogos se produce el habla coloquial de la época.
LA NOVELA EXPERIMENTAL DE LOS AÑOS SESENTA.

La novela experimental presenta las siguientes características:
  • La multiplicidad de puntos de vista, mediante la alternancia de las voces del personaje y del narrador.
  • La aplicación de técnicas como el flash-back, que recupera hechos pasados, o la anticipación, que adelanta hechos futuros.
  • El tratamiento innovador del lenguaje, que rompe con la lógica y la sintaxis.
Entre las obras más destacadas están Tiempo de silencio, de Luís Martín-Santos, y Cinco horas con Mario de Miguel Delibes.
· Tiempo de silencio. El protagonista es un médico que vive en Madrid y es investigador contra el cáncer. Es detenido a causa se un aborto clandestino en el que se ha visto involucrado. Finalmente se descubre su inocencia, pero pierde su trabajo y decide abandonar la ciudad.
En esta obra el autor emplea técnicas narrativas, como el monólogo interior. Experimenta con el lenguaje alternando con el tema o el ambiente.
· Cinco horas con Mario. La obra reproduce el monólogo de una mujer mientras vela el cuerpo de su esposo, Mario. El texto enfrenta dos ideologías: una visión conservadora y convencional, y una visión liberal e idealista

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LA NARRATIVA ACTUAL (1975-2000).
TENDENDIAS DE LA NARRATIVA ACTUAL.
Las novelas más relevantes de la narrativa actual son estas:
· Novela policíaca y de intriga. Los autores más destacados son: Manuel Vázquez Montalbán, autor de una serie protagonizada por el detective Pepe Carvalho, y Arturo Pérez-Reverte, con La tabla de Flandes.
· Novela Histórica. Las obras más importantes son: El oro de los sueños, de José Mª Merino, El hereje, de Miguel Delibes, y La vieja sirena, de José Luís Sampedro.
· Novela de la reflexión íntima. Se centra en la búsqueda personal y la reflexión sobre la existencia. Las obras más destacadas son: El desorden de tu nombre, de Juan José Millás, y Mortal y rosa de Francisco Umbral.
· Novela de la memoria y del testimonio. La memoria de una generación y el compromiso con ciertos valores son los temas de esta corriente. Los autores más importantes son: Rosa Montero, con Te trataré como a una reina, y Luís Mateo Díez, con La fuente de la edad.
ALGUNOS AUTORES.

Literatura medieval española

Se entiende por Literatura medieval española el corpus de obras literarias escrito en castellano medieval entre, aproximadamente, comienzos del siglo XIII y finales del siglo XV. Las obras de referencia para esas fechas son, por un lado, el Cantar de mio Cid, cuyo manuscrito más antiguo sería de 1207, y La Celestina, de 1499, obra de transición hacia el Renacimiento.
Dado que, como demuestran las glosas utilizadas en Castilla para explicar o aclarar términos latinos,[1] hacia finales del siglo X el latín hablado se había distanciado enormemente de sus orígenes (empezando a dar paso a las distintas lenguas romances peninsulares), hay que sobreentender que la literatura oral estaría siendo producida en castellano desde bastante antes que la literatura escrita.
Así lo demuestra, por otro lado, el hecho de que distintos autores de entre mediados del siglo XI y fines del XI pudiesen incluir, al final de sus poemas en árabe o hebreo, versos que, en algunos casos, constituían muestras de lírica tradicional en lengua romance, lo que se conoce con el nombre de jarchas.[2] 
Para las otras literaturas desarrolladas en la Península durante la Edad Media, véase: Literatura gallega medieval; Literatura catalana medieval; Literatura vasca medieval; Literatura hispanoárabe medieval; Literatura hispanohebrea.
La composición literaria en lengua castellana (y, en general, en lengua romance) se hizo en sus comienzos en verso.[3] Dos son las razones principales de ese hecho: por un lado, su carácter de literatura oral-popular (lo que implicaba su recitado con frecuente acompañamiento musical); por otro, que la escritura en prosa exigía una tradición en el uso del castellano (sobre todo para la consolidación de su sintaxis) que, dado el dominio culto del latín hasta bien avanzada la Edad Media, no pudo darse hasta el siglo XIII, cuando Alfonso X, el Sabio, decidió hacer del castellano una lengua de uso común tanto para los asuntos de la administración del reino,[4] como para la composición de sus obras historiográficas y de otros tipos.
Así, pues, los primeros géneros que hay que considerar son la lírica tradicional y la poesía épica (cantares de gesta y romances), que, habiéndose recogido por escrito a partir del siglo XIII, serían testimonios de composiciones orales anteriores en el tiempo; ambos géneros conforman lo que se denomina la literatura del mester de juglaría, esto es, literatura compuesta para ser recitada. Además, hay que contar con el primitivo teatro castellano.
Este teatro parece remontarse al siglo XI, en forma de representaciones relacionadas con temas religiosos. Así ocurre con el primer texto teatral en castellano, la Representación de los Reyes Magos, cuya única copia data de los años de tránsito entre el siglo XII y XIII, y que, por la lengua, puede datarse a mediados del XII. Posteriormente, y hasta La Celestina (cuya adscripción al género teatral es discutible) los ejemplos de teatro en castellano son siempre indirectos, a través de referencias en otras obras.
Dentro ya de los géneros escritos, dado que la lengua de prestigio para la lírica culta (o cortesana) durante la Edad Media fue el gallego-portugués, la lírica culta en castellano no empezó a cultivarse hasta mediados del siglo XIV, apareciendo su figura más relevante, Jorge Manrique, en el siglo XV.
En cuanto a la prosa,las más tempranas muestras [de prosa] en castellano o en otro dialecto vinculado a él datan de finales del siglo XII y del reinado de Fernando III (1217-1252); son documentos históricos y textos jurídicos breves.[5]
Con todo, ya en el mismo siglo XII, durante el obispado de Raimundo, se tiene constancia de que en el proceso de traducción de diversas obras de géneros variados (matemáticas, astronomía, medicina, filosofía...) al latín, se daba en muchas ocasiones el paso intermedio de traducirlas oralmente al castellano: primero de la lengua original a este y, después, lo que tiene una singular importancia, del castellano al latín; tal proceso suponía que la lengua romance ya estaba plenamente constituida para expresar ideas abstractas o elevados cálculos.[6]
Pero la plena consolidación del castellano como lengua escrita a todos los niveles se produjo en el siglo XIII. Esto posibilitó, por un lado, la aparición de las obras del llamado mester de clerecía (poesía narrativa en verso de tipo culta: Milagros de Nuestra Señora, de Berceo y Libro de buen amor, de Juan Ruiz) y, por otro, al lado de las obras de tipo ensayístico, de las primeras obras literarias narrativas en prosa: cuentos que, en principio, eran traducciones/adaptaciones realizadas por el taller de Alfonso X, y que ya en el siglo XIV pasaron a ser creaciones originales (aunque con un importante trasfondo popular), bien en forma de relatos de aventuras de ficción próximos ya al género novela[7] (Libro del caballero Zifar), bien en forma de colecciones de cuentos, como es el caso de El conde Lucanor de don Juan Manuel.


 

Literatura indigena

Después de 500 años, desde la irrupción de la cultura occidental en América, las lenguas indígenas muestran, no sólo su capacidad de resistencia a negarse a desaparecer, sino otros conceptos, otras formas de mirar lo cotidiano y lo sagrado; otras formas de maravillarnos de la riqueza de nuestros idiomas. Para quienes aún persisten en negar nuestra validez cultural, los pueblos indígenas no tenemos cultura, sino folclor; no tenemos arte sino artesanía; no tenemos literatura, sino sólo mitos y leyendas orales. Dicho criterio discriminatorio niega el estatuto de literatura a los relatos, canciones, poemas o fábulas indígenas y los nombran -por la obligación de nombrarlos de alguna manera- como mitos y leyendas a pesar que a nadie se le ocurriría llamar mito, pese a su evidente contenido mítico, a obras literarias como las tragedias clásicas griegas, los poemas homéricos, árabes y chinos ni a parte de la literatura moderna que se ha denominado "realismo mágico" (Ejemplo Harry Potter) o "real maravilloso". La literatura puede ser oral o escrita. La literatura oral, étnica o indígena es literatura. La crítica erudita y la lingüística contemporánea han admitido y demostrado ese carácter. Las características de la literatura oral primigenia, aparte de ser oral o hablada, es ser pública, anónima, colectiva, por lo que es dinámica, cambiante, actualizada -pero fundida con la tradición- y de múltiples versiones. El narrador cuenta y actúa al mismo tiempo, mientras el público se deja seducir, celebra, protesta y se emociona con la ficción. La literatura indígena escrita es la creación individual o colectiva que se recrea, se piensa y se estructura a partir de los elementos estilísticos y patrones culturales de nuestro pueblo.
La literatura indígena se diferencia de la literatura indianista, literatura indigenista y literatura en lenguas indígenas, pues cada una tiene sus propias características. En la literatura indianista los escritores no son indígenas, sino que pretenden ser portavoces de nuestra cultura. En la literatura indigenista los escritores tampoco son indígenas pero tratan de adentrarse en nuestro pensamiento desde su perspectiva, tratan de penetrar nuestra cosmología indígena y ya sus personajes indígenas son más convincentes. La literatura en lenguas indígenas es realizada por indígenas que han accedido a la escritura de la lengua autóctona (mapudungun escrito) y están produciendo textos, aunque debe decirse, que el uso escrito del mapudungun aún está siendo empleado sólo como instrumento para decir lo que se piensa y se construye en la forma como se hace en castellano, es decir, falta una reflexión y búsqueda de formas literarias en el mapudungun, reconociendo que su contribución es la escritura en lengua mapuche y la recopilación de la tradición oral existente en las comunidades.

La voz indígena, pobladora original de lo que hoy es Colombia, es paradójicamente la que menos sobrevive. La violencia de los conquistadores y sus esfuerzos por imponer sus costumbres causaron la pérdida de textos legendarios. Algunos de los textos sobrevivientes:
Leyenda de Yurupary. Narración de origen amazónico, escrita por el indio José Roberto y traducida al italiano por el conde Ermanno Stradelli. Yurupary es un héroe mítico, conocido en Brasil y Colombia

viernes, 3 de septiembre de 2010

Epañol

El Romanticismo es un movimiento cultural y político originado en Alemania y en el Reino Unido a finales del siglo XVIII como una reacción revolucionaria contra el racionalismo de la Ilustración y el Clasicismo, confiriendo prioridad a los sentimientos. Su característica fundamental es la ruptura con la tradición clasicista basada en un conjunto de reglas estereotipadas. La libertad auténtica es su búsqueda constante, por eso es que su rasgo revolucionario es incuestionable. Debido a que el romanticismo es una manera de sentir y concebir la naturaleza, la vida y al hombre mismo es que se presenta de manera distinta y particular en cada país donde se desarrolla; incluso dentro de una misma nación se desarrollan distintas tendencias proyectándose también en todas las artes.
Se desarrolló en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Inglaterra a Alemania hasta llegar a países como Francia, Italia, Argentina, España, México, etc. Su vertiente literaria se fragmentaría posteriormente en diversas corrientes, como el Parnasianismo, el Simbolismo, el Decadentismo o el Prerrafaelismo, reunidas en la denominación general de Posromanticismo, una derivación del cual fue el llamado Modernismo hispanoamericano. Tuvo fundamentales aportes en los campos de la literatura, la pintura y la música. Posteriormente, una de las corrientes vanguardistas del siglo XX, el Surrealismo, llevó al extremo los postulados románticos de la exaltación del yo.